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Tú también puedes sanar...



Sanar el alma significa ir dándole un descanso, ocuparse constructivamente de no caer en la depresión, la desdicha y abandono de ti mismo.

Nada en la vida es casualidad, todo es parte del perfecto diseño de la vida y aún los retos que se presentan, están diseñados para que los superemos y alcancemos nuestro siguiente nivel.

Y es por ello que debemos aprender a perdonar, porque es sólo perdonando que podemos liberarnos, hacer que nuestra mente y nuestra alma descansen del rencor, del odio, del resentimiento, cambiar nuestro rumbo y aceptar la transformación necesaria en nuestra vida.

Eres de lo que constantemente siente esto:

¿Esperas secretamente que alguien reciba lo que se merece?

¿Todavía sigues hablando negativamente de esa persona a los demás?

¿Te complaces con fantasías de venganza, incluso leves?

¿Gastas tiempo pensando en lo que alguien te hizo?

¿Cómo te sientes cuando le sucede algo bueno a esa persona?

¿Has dejado de culpar a esa persona por la forma como afectó tu vida?

¿Te resulta difícil ser abierto y confiado con las personas?

¿Te enojas, te deprimes o te vuelves hostil con frecuencia?

Siendo sinceros de corazón, podemos ejercitarnos en algunos pasos para lograr liberarnos de la carga que significa el rencor y liberar a la otra persona también.

Considera las circunstancias que pudo haber vivido la persona que te ofendió, para llegar a ser como es, o qué situación estaría viviendo para haber hecho lo que hizo, aun intencionalmente.

Considera qué parte jugaste, o qué pudiste haber hecho para propiciar el incidente. Deja atrás el papel de víctima y continúa con tu vida.

Recuerda las cosas positivas y buenas que te unieron a esa persona, los ratos buenos y bellos que pasaste con ella, los momentos de amor, apoyo, consejo y comprensión mutuos.

El perdón es una decisión y es también un proceso, no es algo instantáneo, para poder perdonar debemos luchar para vencer nuestra propia soberbia, nuestro orgullo, y nuestro miedo a perdonar, dejar de pensar solamente en nosotros y en el daño que hemos sufrido por parte de aquél que nos ofendió. Perdonar a las personas, no sus acciones.

Hay que estar consciente de que el acto de perdonar no significa cegarse a la realidad, no debemos permitir que se nos maltrate o se nos lastime física o mentalmente, debemos poner límites, perdonar y alejarnos de aquellos que nos lleven por el mal camino y orar por ellos.

Perdonar a nuestros amigos tiene un gran mérito, pero perdonar a nuestros enemigos tiene un mérito aún mayor y tiene un beneficio mucho más grande para nosotros mismos, para nuestra salud y sobre todo para nuestro bien espiritual.

Perdonar es el camino de la liberación, el que realmente se libera es quien perdona, echando fuera de su alma todo rencor y la venganza que solamente lo envilece y lo consume.

Perdonar a pesar de tener razón y mil justificaciones para no hacerlo.

Perdonar cuando te han ofendido y humillado, así se manifiesta la grandeza del corazón.

Solamente el que ama auténticamente puede decir, perdono y olvido.

Perdonar es cuando a pesar de haber sido ofendido te atreves a dar una sonrisa de amor.

Deja hoy tus rencores, ese recuerdo que anhela ver al que te ha ofendido de rodillas pidiendo clemencia.

Deja hoy ese fuego que enciende tu cólera y llena tu ser de rabia y de rencor. Aparta ese sentimiento que tienes cuando ha sido pisoteado tu orgullo y has sido lastimado en lo más profundo, cuando deseas con todas tus fuerzas ver destruido y humillado a quien te ha ofendido.

¿Serías capaz de perdonar a ese amigo que te traicionó, o aquella ofensa de quien tu creías no te podía fallar?

¿Serás capaz de llenar tu alforja de amor y olvido, y salir al encuentro con lo único que le puedes ofrecer, tu perdón?

Ahora puedes ser libre, perdonar y olvidar, eleva tu alma a aquel que te perdonó y encuentra la paz.

An Medina

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