“Al final, el amor que recibes es igual al amor que te das.” The Beatles (‘The End’)
Siempre hemos escuchado el término de Amor propio, muchas veces nos confundimos con este término y no sabemos si tiene que ver con ego, con autoestima o con cual de tantos que a veces no conocemos.
Y es que lo que no sabemos es que la falta de amor propio alimenta nuestros miedos, independientemente del término que usemos para definir aquello que sentimos cuando no estamos seguros de nosotros mismos.
¿Te has puesto a pensar todo lo que depende de que te ames? ¿Te das cuenta del autoengaño al que te sometes cuando no te aceptas a ti mismo? ¿Y de la falta de autenticidad que genera? ¿Y qué piensas de la dependencia emocional a la que te somete?
No amarse a uno mismo implica asumir una cantidad enorme de riesgos, lo que puede hacer de nuestra existencia algo terrible. Es decir, no conocernos, ni aceptarnos, ni respetarnos ocasiona que vivamos incómodos y que no disfrutemos de la vida que nos ha tocado vivir.
Y es que lo que no hemos podido entender, o nos cuesta entender mucho es que nadie tiene la responsabilidad de completar lo que nos falta. Nos corresponde a nosotros encontrarnos y actuar conforme a lo que nos sucede en nuestro interior. Debemos ser fieles a los valores que sentimos como propios y trabajar por escucharnos entender que nos molesta de nosotros mismos o simplemente qué deseamos que cambie en nuestra vida para así fortalecer y desarrollar nuestra autoestima.
Solo de esta manera generaremos relaciones saludables a través de las cuales lograremos ser personas que aman de verdad y que son amadas sin dependencias. Es decir, solo si nos queremos y nos valoramos podremos forjar una unión fuerte que no someta y que no sea sometida. Que no necesite que el otro cambie y sobre todo nos ayudará a entender cuando sea el fin y no sea necesario hacernos más daño del realizado.
Obviamente no es fácil aprender a amarse. De hecho, solemos comenzar a hacerlo cuando algo nos hiere profundamente, cuando aprendemos a decir ya basta y aprendemos a entender que nada es más importante como para hacernos daño.
Generalmente muchos de nosotros nos acostumbramos a maltratamos en nuestro interior, y usualmente no sabemos cómo identificarlo o simplemente como cambiar eso para comenzar a sentirnos mejor.
A continuación, te listo los hábitos más comunes a identificar cuando no nos estamos queriendo realmente, cuando saboteamos nuestro desarrollo interior y cuando el exterior es más importante que nosotros.
Dar importancia a lo que piensan o dicen los demás. Lo que piensen los demás de ti es su historia, no la tuya. Esto puede resultar evidente. Sin embargo, casi todos nosotros caemos en el error de mirar hacia la dirección que nos sugieren los demás. Trata de conectar con tus percepciones y dale valor a lo que encuentres y sobre todo a lo que sientas.
Victimizarte. Cuando pasamos por una dificultad tendemos a sentir lástima de nosotros mismos. Esto, obviamente, hace que nos resignemos y pensemos que no podemos hacer nada para arreglar lo que sucede. Si dejamos de lamentarnos y empezamos a buscar soluciones, probablemente encontremos una oportunidad de hacerle frente a lo que viene. Esto nos ayudará a sentirnos más auto eficaces y, por tanto, satisfechos con nosotros mismos.
Exigirte más de la cuenta. Cuando nos queremos poco tendemos a ver la vida a través de modelos ideales. Digamos que nos olvidamos de las tonalidades grises y nos hacemos partidarios del blanco y el negro; es decir, si no somos los más guapos, los más delgados y los más exitosos, entonces somos unos fracasados. Sin embargo, pensar así es una trampa inconsciente que hace que siempre estemos en deuda con nosotros mismos.
Descalificarte. Hablarnos mal a nosotros mismos es otra manera más de auto sabotaje. No te atrapes en ese tipo de mensajes, no los uses para excusarte. Permítete mirar tu reflejo de otra manera y avanza. Lo importante es saber quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí, para lo cual solo tenemos que mirar en cuatro direcciones: hacia adelante para saber a dónde nos dirigimos, detrás para recordar de dónde venimos, debajo para no pisar a nadie y a los costados para saber quién nos acompaña y nos cuida.
Y recuerda siempre que solamente de ti depende tu felicidad ese privilegio no lo debe tener nadie.
An Medina