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An Medina

Cambiate a TI



Un buen argumento para mejorar la salud mental de cada uno de nosotros es liberarse, transformarse y empezar a dejar atrás el pasado y afrontar el presente para tener un mejor futuro. Y es que la vida nos da muchos golpes y de ellos tenemos la obligación de aprender, esforzarnos cada día, levantarnos y darnos cuenta que existen un sin fin de razones que están allí en el exterior o incluso al lado nuestro pero tenemos la obligación de buscarlas para así llevar una vida mejor, más saludable, más sana y más completa si es posible.

"No hace falta transformar el mundo entero; para empezar a transformar el mundo basta con transformarse uno mismo, porque formas parte de él. Si un solo ser humano se transforma, este cambio se transmite a miles y miles de personas. Se convierte en el punto de partida de una revolución que puede dar origen a un nuevo tipo de ser humano"- Osho

Todas las personas necesitan cambiar algo en su vida. No existe en la tierra un solo ser humano que pueda sentirse honestamente perfecto y exento de la necesidad de modificar algún aspecto de su realidad.

El cambio obedece a una lógica poderosa, una que bien dejó planteada Albert Einstein al afirmar: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Si en algo se considera que los resultados que se obtienen de las acciones emprendidas no son satisfactorios, nada será distinto si no se produce un cambio.

Las personas debieran ser conscientes, desde que somos pequeños, que la posibilidad de cambiar su entorno y el mundo en el que viven es una función directa del cambio personal, interno y profundo. Esta capacidad en la conducta es incluso más importante que aquella de leer o escribir, porque determina la esencial calidad de vida que puede alcanzarse a lo largo de la vida.

Sin embargo el resultado de millones de personas frustradas e insatisfechas; colectividades y naciones enteras que sufren carencias demuestra tristemente que la capacidad del hombre para cambiar es probablemente la más grande de sus debilidades. La mayoría de las personas siempre esperan que las cosas cambien primero a su alrededor y poco valor otorgan al hecho que el cambio se inicie con ellas mismas. Esto parece parte de su naturaleza. Habitualmente colocan la necesidad de la transformación propia al final, después de todo lo que “debe cambiar primero”. Luego elevan sus manos y la queja al cielo porque las cosas siguen igual, o peor. De esto hacen responsables a todos los demás porque esencialmente “no tienen la capacidad de cambiar aquello que deben cambiar”; o responsabilizan al entorno social agregado, a la comunidad, a la ciudad, al país, porque efectivamente “tampoco cambian nunca” y siguen “igual o peor”. En este proceso de “victimización” llegan a la conclusión que la gente a su alrededor “no las merece”, lo que de hecho constituye la explicación automática del fracaso personal.

Otra gran cantidad de gente percibe el cambio personal como una agresión a la propia identidad, a la personalidad profunda, al sentido de la individualidad. Una agresión que proviene del exterior y que exige una “adaptación” a modelos y patrones: un intento de “masificar y despersonalizar” a los individuos persiguiendo su aprobación colectiva, su aceptación social. Estas personas entienden que los cambios genuinos deben provenir del pensamiento y de la acción de personas diferentes, únicas, indolentes con los modelos y con las formas colectivas de ser. Tras conceptos como estos atrincheran su renuencia al cambio y piden que el mundo los respete y los acepte “tal como son”, y así también “los quiera” en prueba clara de amor, dado que para esta gente el amor radica en aceptar a las personas así: como vienen.

Muchas veces, estas personas no esperan ningún cambio en particular, ni propio ni ajeno, tienen conceptos y argumentos muy inflexibles con respecto a la realidad, pero son enormemente tolerantes con los demás. Una tolerancia de quien se siente superior pero entiende que debe “convivir” con los demás.

El drama principal de este grupo de gente y de sus motivos para rehuir el cambio propio radica en que se inhabilitan a sí mismos para cualquier proceso de evolución personal. Estos son individuos que se perciben como un “producto terminado”, sin la necesidad de mejorar o de superarse a sí mismos. Ellos son como hitos del tiempo que pasa a su alrededor y que los envuelve, los supera y luego los ignora.

En realidad, la grandeza del hombre proviene de su humildad y no de su soberbia, más sabio es quien reconoce que sabe menos y más virtuoso quien admite sus imperfecciones al mismo tiempo que su disposición para superarlas. De este proceso duro emerge el hombre grande y no necesariamente de un conjunto de convicciones personalísimas que indican, más allá de un parámetro mensurable, que un determinado individuo es “grande” y no necesita cambiar nada.

La verdad más simple y profunda que existe a efectos de la conducta del hombre es que el mundo solo cambia cuando uno mismo cambia. La energía transformadora emerge de “adentro hacia afuera”. Un hombre que ha tenido la capacidad de transformarse a sí mismo tiene el poder de cambiar su entorno y de alterar el mundo en el que vive, porque sólo así se edifica, y no constituye un producto de las circunstancias o una entidad frágil manipulada por el destino. Una persona no es dueña de nada si primero no es capaz de gobernar su propia vida y sus propios intereses.

El hombre grande emprende un viaje sin final hacia la perfección y la excelencia. En ese proceso convive íntimamente con el cambio, con la transformación personal continua, con sus exigencias, con su dolor y con la propia soledad, porque SOLO se encuentra quién está tratando de cambiar continuamente su vida mientras todo sigue igual alrededor. Estos hombres, que se encuentran luchando siempre contra sus debilidades, limitaciones y defectos, son las personas que cambian el mundo.

La grandeza del hombre se mide por su efectiva capacidad de saberse carente. El hombre grande es primero consciente de su incapacidad, no de su capacidad; consciente de lo que ignora y no de lo que conoce; consciente de lo que le falta y no de lo que posee. Y es por sobre todo humilde con respecto al tamaño que tiene y la relación de éste con los portentosos misterios de la vida.

La incapacidad de entender el sentido lógico de la transformación personal para cambiar el rumbo y la calidad de vida, se explica en buena parte porque la mayoría de los hombres se encuentran en el polo opuesto de lo descrito arriba, es decir son hombres que se consideran grandes sin serlo, viven en función de sus capacidades y poco se orientan a sus limitaciones, actúan en función de lo que saben e “ignoran su propia ignorancia”, viven en términos de lo que son y no de lo que debieran ser.

“Cambia antes de que tengas que hacerlo”- Jack Welch

Este post es inspirado en una entrevista que le realizaron a este psicólogo ya que coincide un poco con mi pensamiento y es que si nosotros no cambiamos nada va a cambiar.

No es momento para decir yo soy así, yo nací así, o yo no soy el que tengo que cambiar.

Quizás si en este momento estas teniendo relaciones difíciles en cualquier ámbito de tu vida es porque evidentemente TÚ eres el que tiene que cambiar, y así sólo así empezarás a generar diferentes y mejores resultados.

El mejor cambio es el que viene de adentro.

An Medina

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