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El Consuelo del dolor



El dolor se apodera de ti cuando menos lo esperas. Incluso cuando piensas que ha pasado suficiente tiempo para que lo superes, el dolor tira de las fibras de tu corazón. Piensas en todas las formas en que la vida ha cambiado y tu corazón anhela tener una última conversación con la persona que has perdido, un último abrazo y un último recuerdo compartido.


Una persona sabia me dijo una vez que cuando amas a alguien, el dolor nunca desaparece. Crece a medida que lo hacemos y cambia con el tiempo, volviéndose un poco más fácil vivir con él cada día.


El dolor no es algo de lo que podamos escapar. Lo sé ahora por tratar de correr, con la esperanza de no tener que sentir nunca el dolor que llevaba en lo profundo de mi corazón.

En junio de este año, perdí a una de las personas que más he amado en mi vida, una tía que a la par hacia de madre y que significaba y significa mucho para mí.


Te cuento esto porque sí es verdad he recorrido un largo camino espiritual, he aprendido un montón de cosas y sobre todo y lo que más valoro es que he aprendido mucho de mi y de mis emociones, pero eso no me hace menos humana, por lo cual esta situación me llevó a sentir nuevamente dolor, un dolor profundo, de esos que piensas que nunca se van a ir y que te van a acompañar por mucho tiempo.


La noticia de que me tía estaba al borde de la muerte y a causa de esta enfermedad que no había tenido clemencia por nadie, ni país, ni religión, ni sociedad o cultura, estaba presente en mi familia realmente me impactó, me sentía en una película de ficción, parte de las estadísticas, por lo que no podía dormir, comer, pensar más allá de mantenerme en contacto con mis familiares para recibir reportes cada día.


Es vivir la agonía del dolor por miedo a lo que vendrá, al desenlace más temido o más probable, no lo sé pero el dolor se anticipa y se siente desde antes. Tal vez tengas amigos que han pasado por esto, o quizás tú que estás leyendo ahora.


Esta agonía del dolor es peor que el dolor en sí mismo, porque va acompañada del miedo. Es como cuando estás en una relación que está a punto de terminar y que ya está en sus últimos momentos y no queremos soltar, no queremos aceptar, queremos quedarnos ahí amarrados y atorados a esa persona, sin importar nada mas y sufrimos porque sabemos lo que viene y es inevitable.


Una vez que recibí la fatal noticia descubrí que mi mente se volvía más lenta y, estaba luchando por funcionar. Sin embargo, como sabía lo que se esperaba de mí y no quería que mis familiares se preocuparan, lo oculté, y me ocupé de dar ánimos y fuerzas a todo el que lo necesitara.


Sin embargo, para mi sorpresa ya no podía esconderme de mi dolor y me paralizó, no podía hacer de “Omshivaom” para mí misma porque no me permitía sentir dolor. Entonces, tuve que sentir el dolor. No tuve elección. No podía funcionar, no podía dormir, y apenas podía sentir nada excepto el nudo en mi garganta y el molesto peso en mi pecho.

Mi tía, se había ido. Sentí como si cualquier cosa que hiciera o lograra ya no importara de la misma manera. Anhelaba tener conversaciones con ella que nunca más podría tener. El paso del tiempo me hizo consciente de los cambios que se habían producido en mi vida y cuánto había cambiado sin ella.


Luego me encontré llorando constantemente, pero fui compasiva conmigo misma. Ya no sentía que tenía que impulsarme hacia adelante con una sensación de productividad rígida.

Hubo días en que no me levanté de la cama por el peso de mi dolor. Sin embargo, también hubo días en los que comencé a sentir de nuevo, sentimientos de tristeza, paz, alegría e incluso felicidad que había estado reprimiendo durante meses.


Me permití llorar cuando lo necesitaba o excusarme de un evento social cuando me sentía muy triste. Cuando los sentimientos de nostalgia se apoderaron de mí, los acepté y reconocí que una parte de mí siempre extrañaría a las personas que había perdido. Dentro de los intensos momentos de dolor y pérdida, encontré consuelo en los recuerdos felices, las conversaciones y la vida que habíamos compartido.

Aunque estaba triste, también comencé a experimentar momentos de felicidad y a sentirme esperanzada nuevamente.


El dolor del que había intentado huir tan desesperadamente se convirtió en una extraña fuente de consuelo. El dolor me recordó que las personas que había perdido me amaban y que el tejido de sus vidas se había entrelazado con el mío para permitirme ser la persona que soy hoy.


Las preguntas que me atormentaban, sobre lo que me importaba, se convirtieron gradualmente en respuestas que se convirtieron en planes de acción hacia una vida más plena. Al correr hacia el dolor y abrazarlo, me recuperé y descubrí una vida que de otro modo nunca hubiera conocido.


Instintivamente queremos evitar nuestro dolor porque el dolor puede parecer insoportable, pero nuestro dolor es una señal de que hemos amado y hemos sido amados, y un recordatorio de que debemos usar el tiempo limitado que tenemos para convertirnos en todo lo que podemos ser.


Y ahora simplemente pienso en ella sin egoísmo y entiendo que su misión en mi vida y en las otras personas con las que compartió fue perfecta y fue el tiempo que tenia y debía ser y mi mente y alma se sienten agradecidas y en paz.


Te escribí esto hoy, porque si estas atravesando por alguna situación parecida o peor que la mía puedas entender que sí, puedes encontrar consuelo en tu dolor.


An Medina

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