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An Medina

Cuidado con lo que dices...



¿Alguna vez te has puesto a pensar en el poder que tienen tus palabras?

Aunque las palabras no puedan tocarse, pueden acariciar o arañar el alma por algunos segundos.

Empezaré este Post con un ejemplo bien simple para que entiendas lo que aquí quiero expresarte:

Imagínate que alguien le dice con énfasis a un niño “No sirves para nada”

Esa persona puede ser su madre, su padre, un maestro, alguien de su familia, etc… O un conjunto de personas a lo largo del tiempo. Es evidente que la acusación puede ser injusta y exagerada, pero, si se la repiten mucho, la mente inconsciente puede jugarle una mala pasada, porque la almacenará, junto al sentimiento de rabia, depresión o resignación.

Este niño a medida que va a creciendo, empieza a creer que en realidad, no sirve para nada y que es incapaz de realizar algo bien, ya que nuestra mente inconsciente activará el mensaje automático que teníamos guardado, en aquellas situaciones en las que tenemos que probarnos a nosotros mismos.

Este niño entra en un círculo vicioso: como cree que no vale para nada, actuará acorde a ello. Así, la acusación inicial se convierte en realidad, aun en el caso de que, al principio no fue verdad.

Aun así, no todas las personas almacenan la información identificándose con aquello que les dijeron, también puede ser al contrario, pueden sentirse molestos, ofendidos o decepcionados, y vivir mostrándole al mundo para todo lo que sirven.

Respuestas e interpretaciones hay muchas, tantas como personas. Lo importante del asunto es que cuando nos comunicamos con alguien, las palabras que utilizamos son algo muy importante, y en lo que restamos importancia, sobre todo en las discusiones. Solemos lanzar las más hirientes sin detenernos a pensar.

Las palabras suelen pasar desapercibidas muchas veces cuando las usamos, pero otras pueden dejar huellas marcadas para toda la vida.

Y donde muchas veces las palabras punzantes dejan grandes heridas es en nuestro corazón, porque cuando recibe tales palabras se arruga cual hoja de papel, porque la impresión que dejan sobre él será tan difícil de borrar como esas arrugas, sobre todo cuando lastimamos con nuestras acciones y palabras. Por impulso, a veces no nos controlamos y lanzamos palabras llenas de odio y rencor, y cuando tenemos un momento de reflexión nos arrepentimos, resultando tarde, a veces casi imposible.

“Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio” Proverbio Hindú

Las palabras no las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente…

Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio.

Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras, y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino.

Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior. Muchas enfermedades son únicamente el producto de nuestros pensamientos desequilibrados.

¡Las palabras son vivas! Bendicen o maldicen; alientan o condenan; salvan o destruyen.

Entonces, procura que tus palabras siempre sean motivo de bendición, agradecimiento y que proyecten lo bueno que hay en tu corazón.

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