“Cerrar los ojos… no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va a hacer que el tiempo se detenga”- Haruki Murakami <Kafka en la Orilla>
En muchas ocasiones la vida nos coloca ante difíciles circunstancias tan sólo para ayudarnos a afrontar nuestros miedos.
Cuando descubrimos quiénes somos y el poder que tenemos, entendemos que no hay nada que temer. Siempre estamos cuidados. Siempre estamos protegidos.
Todos los seres humanos padecemos de miedos, muchos los describimos como una enfermedad, un susto, ansiedad o como sea que lo sientas, pero lo cierto es que el miedo es como una advertencia natural que cada uno de nosotros tenemos.
La mayoría de las veces nos hacemos adictos al miedo, al sufrimiento. Preferimos sufrir porque es lo que se nos hace más familiar. Sabemos cómo se siente. A pesar de sufrir, nos sentimos cómodos, porque el temor es lo conocido, lo de todos los días.
Cuando atravesamos por un gran dolor somos incapaces de verlo, como nos dice la frase inicial, cerramos los ojos, porque simplemente no queremos aceptar lo que nos está sucediendo y nos dejamos invadir por el miedo con tan sólo pensar que algo a lo que estamos acostumbrados puede cambiar.
Pero, cuando nos animamos a abrir los ojos, a enfrentar y atravesar nuestros miedos, llegamos al otro lado del túnel, vemos la luz, reconocemos lo que es verdad y no sólo nos sentimos triunfadores y muy bien con nosotros mismos, sino que miramos hacia atrás y vemos que nada es tan terrible como nos habíamos imaginado.
¿Por qué entonces nos paralizamos ante el miedo?
Todos sentimos un gran temor al no, un enorme temor al rechazo, sin embargo, si no nos permitimos recibir un no, no empezaremos a recibir los sí. Debemos tener en cuenta que, la capacidad de superar este miedo es lo que diferencia a la gente que obtiene mucho en la vida de los que no obtienen casi nada, a la que tiene éxito y se supera de la que se queda estancada.
Lo que debe quedar claro es que el miedo tiene todo que ver con nuestras propias inseguridades. Porque muchas veces no sabemos quiénes somos, ni conocemos el poder que tenemos de atraer a aquello que es perfecto y correcto para nosotros mismos. Cuando confiamos y creemos en nosotros mismos, sabemos reconocer que cada momento es perfecto, si alguien nos dice que no, o simplemente eso representa la situación, un rechazo, una traición o algo que no nos esperábamos, debemos entender que eso está sucediendo porque no era perfecto y correcto para nosotros en ese momento.
Cuando no entendemos esto es porque estamos perdidos y confundidos y no conocemos tan sólo nuestra verdadera identidad y sentimos un miedo que nos paraliza.
Todos sentimos miedo, desde el que barre las calles, el cantante más famoso hasta el presidente de una nación. Los miedos no tienen jerarquía. La diferencia es que algunas personas se atreven a mirarlos, a sentirlos y a seguir adelante a pesar de ellos.
Es necesario ser valiente para realizar estos cambios. Porque si no lo hacemos, nadie lo hará por nosotros. Lo principal que necesitamos para transformarnos está dentro de nosotros. La transformación está dentro de cada uno y es de ello que debemos darnos cuenta. Con nuestras acciones y reacciones elegimos nuestro camino. Cuanto más valientes somos, más lejos llegamos y más posibilidades se presentan a nuestro paso.
La buena noticia de todo esto, es que los miedos sólo existen en nuestra mente. Son creados por nosotros mismos y sólo nosotros podemos cambiarlos. Las creencias y los recuerdos pueden ser borrados, no los necesitas para sobrevivir. De este proceso depende nuestra libertad.
Al abandonar la prisión que hemos creado en nuestras mentes, le abrimos la puerta a nuestra alma y recuperamos libertad.
Los miedos y el sufrimiento, así como la valentía, son opcionales, dependen simplemente de lo que elegimos en cada momento. Muchas veces es necesario detenerse en medio del camino y realizar cambios drásticos. De cierta forma, debemos morir primero para poder empezar a vivir. Pero, hablo de la muerte de esa parte nuestra que no es real, de eso que nos creíamos que éramos, de la imagen que le vendimos a los demás y, peor aún, que nos vendimos a nosotros mismos.
El miedo es como confiar en lo malo, saber que aquello malo que imaginamos va a suceder, o se volverá peor, pero el miedo también puede transformarnos cuando lo enfrentamos.
La felicidad está a la vuelta de la esquina y sólo cuando sueltas el peso del miedo puedes alcanzarla.