
Creo que todos nosotros alguna vez en nuestra vida hemos experimentado ese vacío que nos hace sentir tan mal y que nos hace pensar que jamás vamos a llenar.
Ese vacío es una especie de angustia permanente. Un nudo en la garganta. Un hueco en el estómago.
Y esto suele sucedernos cuando nos sentimos solos, perdidos y sin rumbo. No te apetece hacer nada. No tienes sueños ni ilusiones. No ves una buena razón para continuar.
Es una sensación que te come por dentro y que, personalmente, no me gusta para nada experimentar.
Yo -y creo que todo tú también– lo que quiero es sentirme feliz, ilusionada y satisfecha. Por eso, como life coach he encontrado algunas cosas que me han ayudado –y espero que a ti también- a mantenerme contenta el máximo tiempo que sea posible y superar los obstáculos y problemas cuando lleguen.
1. Proponte nuevas metas
Varias de las mejores épocas de mi vida han coincidido con temporadas en las que estaba luchando por conseguir algo.
Y es que pasa que trabajar todas las semanas en pro de un objetivo le da un propósito a tu vida, y eso ayuda a que estés bien. Es necesario tener una razón para levantarse de la cama y sentir que vas avanzando en tu camino. Porque la vida es movimiento, y cuando te quedas quieto te pudres, como el agua de un pantano.
Por eso, si te encuentras perdido y sin rumbo, proponte una nueva meta, que sea importante para ti, que sea difícil (pero no demasiado difícil) y que tenga un final claro.
Si no sabes qué hacer, te recomiendo algún reto físico como correr una media maratón. Me gustan mucho este tipo de desafíos porque tienes que dedicarles tiempo de forma regular, vas viendo progresos importantes cada semana y tienen una fecha de finalización clara.
Marcarte objetivos, aunque sólo sean deportivos, puede ayudarte a salir del estado de apatía en el que caemos a veces y ‘arrancar’ en otras áreas de tu vida.
2. Escucha la voz de tu corazón
¿Alguna vez has tenido una idea que no te deja dormir?
¿Una de esas ideas que te viene a la cabeza una y otra vez, y que no puedes olvidar?
¿Una visión de la persona en la que te podrías convertir, del trabajo que podrías realizar, de la aventura que deberías vivir?
Puedes llamarlo musa, destino, señales, manifestación, llamada divina, pero cuando la vocecita que tienes dentro te dice que hagas algo, tienes que escucharla.
A mí me pasó con Omshivaom. Poco a poco fue creciendo en mi interior la idea de que tenía de crear una red para compartir una serie de cosas que tenía por dentro, hasta llegar a un punto en que no había día en que no pensase en ello.
Muchas veces a esto se les denomina como la llamada del destino, que surge justo cuando las cosas están patéticamente mal y que si las ignoramos nos hacemos los días un poquito más grises. Pero, si las seguimos, la magia se pone de nuestra parte y aparecen puertas donde antes sólo había muros.
Alguna vez leí al autor Steven Pressfield, indicando que este tipo de señales nos muestran nuestra misión en el mundo y que si hacemos caso omiso de ellas podemos empezar a desencadenar puras situaciones negativas a nuestra vida como enfermedades, depresión, frustración y sobre todo estancamiento, ya que cuando le damos más peso al dolor podemos pasar años sin ni siquiera darnos cuenta de todo lo que estamos perdiendo.
3. Trabaja en lo que te apasiona
Tu trabajo es importante. No sólo es una parte de tu vida a la que le vas a dedicar muchas horas y que va a suponer tu principal fuente de ingresos, sino que también es tu manera de expresar quién eres.
Uno de los motivos más grandes de insatisfacción hoy en día es precisamente ese. Es normal sentirse vacío cuando tienes un empleo que odias, en el que te sientes estancado y que además te roba, literalmente, 5 días de tu vida, porque cuando llegas a casa apenas te quedan fuerzas ni para meterte en la cama.
La clave no es tanto empleo o emprendimiento, sino encontrar un trabajo en el que sientas que:
Se te valora como mereces
Estás haciendo algo útil, algo en lo que crees
Puedes tomar tus propias decisiones
Y por supuesto, que no te genere estrés y que te deje tiempo para el resto de áreas de tu vida.
4. Acepta la realidad
Concéntrate únicamente en aquello que puedes cambiar. Acepta el resto y adáptate a ello.
Sé qué esto parece simple, pero continuamente me encuentro a gente frustrada porque son incapaces de aceptar que el mundo es como es y no como les gustaría que fuese, y no consiguen entender que, por mucho que quieran, hay cosas que no pueden cambiar.
Con el clima es obvio. Nadie se enfada porque llueva o haga sol (o al menos no demasiado), ni intenta cambiar el tiempo con hechizos mágicos o con una máquina especial. Sin embargo, no es tan sencillo trasladar esta manera de pensar a otras áreas de nuestras vidas.
Un buen ejemplo son las relaciones personales. Podemos influir en el comportamiento de los demás con nuestros actos, pero no podemos controlarlo. Al final, cada cuál va a hacer lo que quiera, y mientras más rápido lo entiendas será mejor.
Eso quiere decir que aunque seas el/la mejor novia/o del mundo, puede que tu pareja te deje; que aunque le hayas inculcado unos ciertos valores a tu hijo, puede que cuando sea adulto haga justamente lo contrario.
Lo difícil en estos casos es entender que el comportamiento de la otra persona no es culpa tuya. Aceptar que, hagas lo que hagas, no puedes convencerla de que está equivocada ni obligarla a rectificar.
Una vez que entiendes y aceptas, tu visión habrá cambiado y tú vacío podrá empezarse a llenar.